| 01/05/2021
El contrato de trabajo que debían firmar las maestras en 1923
Hoy en el día del trabajador recordamos la lucha por los derechos y su evolución con éste contrato de 1923 que debían firmar las maestras.

Para dar clase en 1923 una maestra debía firmar con el Consejo de Educación un contrato, con vigencia de ocho meses, que le imponía estas obligaciones:
“1. No casarse. Este contrato quedará automáticamente anulado y sin efecto si la maestra se casa.
2. No andar en compañía de hombres.
3. Estar en su casa entre las 8.00 de la tarde y las 6.00 de la mañana, a menos que sea para atender función escolar.
4. No pasearse por heladerías del centro de la ciudad.
5. No abandonar la ciudad bajo ningún concepto sin permiso del presidente del Consejo de Delegados.
6. No fumar cigarrillos. Este contrato quedará automáticamente anulado y sin efecto si se encontrara a la maestra fumando.
7. No beber cerveza, vino ni whisky. Este contrato quedará automáticamente anulado y sin efecto si se encuentra a la maestra bebiendo cerveza, vino y whisky.
8. No viajar en coche o automóvil con ningún hombre excepto su hermano o su padre.
9. No vestir ropas de colores brillantes.
10. No teñirse el pelo.
11. Usar al menos dos enaguas.
12. No usar vestidos que queden a más de cinco centímetro por encima de los tobillos.
13. Mantener limpia el aula:
a) Barrer el suelo al menos una vez al día.
b) Fregar el suelo del aula al menos una vez a la semana con agua caliente
c) Limpiar la pizarra al menos una vez al día.
d) Encender fuego a las 7.00, de modo que la habitación esté caliente a las 8.00 cuando lleguen los niños.
14. No usar polvos faciales, no maquillarse ni pintarse los labios”.
La copia es textual y se agradece el aporte al abogado laboralista Pedro Kesselman.
Como se ve, con la educación obligatoria establecida y después de la Reforma Universitaria, se imponía a las docentes un régimen que invadía su vida privada, con toques filo esclavistas. Claro que es inconstitucional al mango la prohibición de casarse (entre otras) pero, para conseguir el conchabo debían firmar al pie y cumplir… al menos en apariencia. Dicho sea al pasar, quizás sea por eso que hasta hoy llamamos “señoritas” a las maestras.
Tomó años que se asumieran como trabajadoras, se sindicalizaran, bregaran por sus derechos laborales y civiles, tuvieran paritarias.
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Cuando se dictó la Ley de Contrato de Trabajo (LCT) en 1974 se produjo un fenómeno casi irrepetible hoy. Sin soportes informáticos posibles, para conocer bien una ley había que comprarla. Se editaban y vendían en quioscos, en particular cerca de Tribunales. Los canillitas coreaban “salió la nueva ley”, era un clásico. La LCT se transformó en best seller. En aquel remoto entonces, el cronista era abogado laboralista y militante, dos actividades denigradas por la narrativa dominante ahora. Los clientes sorprendían al joven letrado porque conocían al dedillo sus nuevos derechos, los habían internalizado, exigían su cumplimiento.
Una de las primeras medidas de la dictadura cívico militar en 1976 fue despedazar la LCT: derogaron 125 de sus 301 artículos.


Fuente: Página 12

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